Esta publicación contiene dos textos de Santiago Loza, una novela y un poema dramático, que llevan el mismo nombre: Yo te vi caer. Ambos está distanciados por diez años en su escritura.
En el campo de la literatura las variaciones suelen quedarse en un cajón para concluir en la supervivencia y difusión de una versión de la obra, la que se rescata como el punto de arribo del trabajo escritural. Yo te vi caer contradice esa norma ¿Es una sola obra, o son dos?, ¿es un juego de espejos, de fantasmagoría, de representación o de búsqueda poética?
Ambas se presentan en este volumen como partes de un proceso de creación donde la forma es múltiple, el material heterogéneo, pero el sujeto de la autoría y e nombre de la pieza son únicos. Esta publicación podría anunciarse como un ensayo sobre la variación poética, sobre las claves secretas de lo que insiste, permanece y sigue buscando un cauce expresivo.
En un texto intermedial que contiene el libro el autor dice:
“La niñez está relacionada con la caída. Comencé a escribir un guión que no proponía imágenes definidas. Abandone y lo pospuse durante años. Al intentar retomarlo, apareció un relato astillado, partes dispersas, voces secretas que se multiplicaban. Ese texto se alejaba de la estructura de guión cinematográfico y tomaba la forma dañada de un borrador. Estaba hecho de murmullos y evocaciones. Hablaba de una época, de un pasado, de un lugar del interior y de un sentir. De la manera en que la vivencia se torna caída. Ese texto, o esa novela (siempre me pareció demasiado ampuloso definirlo así), quedó guardado, archivado. Me resultaba tan cercano que no quería volver a visitarlo; y al mismo tiempo, se alejaba. Como todo aquello que uno prefiere cajonear. Lo que no se mira, casi deja de tener una existencia real. Desaparece”
Esta publicación contiene dos textos de Santiago Loza, una novela y un poema dramático, que llevan el mismo nombre: Yo te vi caer. Ambos está distanciados por diez años en su escritura.
En el campo de la literatura las variaciones suelen quedarse en un cajón para concluir en la supervivencia y difusión de una versión de la obra, la que se rescata como el punto de arribo del trabajo escritural. Yo te vi caer contradice esa norma ¿Es una sola obra, o son dos?, ¿es un juego de espejos, de fantasmagoría, de representación o de búsqueda poética?
Ambas se presentan en este volumen como partes de un proceso de creación donde la forma es múltiple, el material heterogéneo, pero el sujeto de la autoría y e nombre de la pieza son únicos. Esta publicación podría anunciarse como un ensayo sobre la variación poética, sobre las claves secretas de lo que insiste, permanece y sigue buscando un cauce expresivo.
En un texto intermedial que contiene el libro el autor dice:
“La niñez está relacionada con la caída. Comencé a escribir un guión que no proponía imágenes definidas. Abandone y lo pospuse durante años. Al intentar retomarlo, apareció un relato astillado, partes dispersas, voces secretas que se multiplicaban. Ese texto se alejaba de la estructura de guión cinematográfico y tomaba la forma dañada de un borrador. Estaba hecho de murmullos y evocaciones. Hablaba de una época, de un pasado, de un lugar del interior y de un sentir. De la manera en que la vivencia se torna caída. Ese texto, o esa novela (siempre me pareció demasiado ampuloso definirlo así), quedó guardado, archivado. Me resultaba tan cercano que no quería volver a visitarlo; y al mismo tiempo, se alejaba. Como todo aquello que uno prefiere cajonear. Lo que no se mira, casi deja de tener una existencia real. Desaparece”